Los pendientes de Pirandello

El 28 de enero de 1997, en Palermo, Eugenio Barba recibió el Premio Internacional “Luigi Pirandello”, dedicado a una personalidad que ha marcado la historia del teatro de nuestro tiempo. En ediciones anteriores el premio recayó en Ingmar Bergman, Giorgio Strehler, Eduardo De Filippo, Luca Ronconi, Otomar Krejca, Harold Pinter, Jean-Louis Barrault, Andrezj Wajda, Tadeusz Kantor, Dario Fo.

El Premio Pirandello consiste en un bajorrelieve dorado que representa el rostro del dramaturgo, obra del escultor Emilio Greco. Al justificar la concesión del Premio Internacional, el jurado recordó las principales etapas de la carrera artística de Eugenio Barba con Odin Teatret, sus libros, sus investigaciones científicas con ISTA, Escuela Internacional de Antropología Teatral, y concluyó señalando que, más que cualquier otro hombre de teatro de nuestro tiempo, Barba ha sido capaz de crear un ambiente en el que actores y estudiosos interactúan para investigar las técnicas y el conocimiento del teatro.

A continuación el discurso con el que Eugenio Barba agradeció el premio.

Mi trovo qui per caso, di passaggio.
Vi starò quanto men vi potrò stare.
Non che m’annoi, tutt’altro! Anzi il viaggio
m’ha divertito. Ma è pur forza andare.

¿A dónde iré? No sé… ¡Ay, ni siquiera eso!
Pero no importa: iré donde sea.
Lo más importante es decidir rápidamente;
Mira a tu alrededor y elige un camino.

Fácil decirlo, ¡elige un camino!

 

Estos son algunos versos del poema La vía de Pirandello. El epígrafe que Pirandello coloca antes de sus versos es: “Probar por todos los medios lo azarosa que es nuestra vida”. La vida no tiene otro propósito que mantenerse y reproducirse. Nuestro trabajo es darle sentido. La grandeza del ser humano reside en esta capacidad de dar valor al azar.

No creo que sea casualidad que esté aquí ahora para recibir este premio, en una región del Sur, donde encuentro los colores, olores, sabores y prejuicios que conforman mi identidad. Tampoco considero una casualidad la elección de la Comisión, que no me recompensa sólo a mí, sino también a Else Marie Laukvik, Torgeir Wethal, Iben Nagel Rasmussen, Tage Larsen, Ulrik Skeel, Roberta Carreri, Julia Varley, actores y actrices que fundaron conmigo el Odin Teatret y que trabajan allí desde hace 30, 20 años.

Imagino que la decisión de otorgarle este premio al Odin Teatret requirió cierto coraje por parte del jurado. Somos un grupo de hombres y mujeres que no hemos renunciado a nuestra rareza y hemos creado diversidad cultural a través del teatro en la ciudad suburbana de Holstebro. Representamos el teatro del margen. Es a todos los teatros del margen a quienes habéis dado vuestra señal de reconocimiento en el momento en que se la disteis al Odín.

Los teatros del margen no son teatros marginales. Intentan defender un margen, un vacío que puede ser llenado por la nostalgia y las necesidades personales. Luchan para que la estética, las ideologías, las técnicas, las poéticas, las modas NO la invadan. Quieren un ritual vacío, no usurpado por doctrinas.

El borde puede ser áspero, pero también puede ser una reserva de aire para quien se siente asfixiado; una reserva donde puedan vivir valores amenazados y difíciles de compartir; impulsos de rebelión; animales que ninguna arca quiso salvar: centauros, basiliscos, unicornios, dragones, sirenas. O ese otro animal en peligro de extinción en nuestros corazones, Dios.

Los teatros del margen tienen una larga tradición, nombres famosos como Stanislavsky, Meyerhold, Copeau, Brecht, Decroux, Beck y Malina, Grotowski y algunos otros. A veces, el sentido del margen resuena en los textos dramáticos; En primer lugar, los textos de Pirandello y Beckett, de Genet, de Chéjov, de Ibsen y Strindberg, y quizá también del desagradable Claudel. Pero estos nombres son sólo la punta del iceberg teatral. La parte sumergida, su cuerpo más consistente, determina la presencia y la forma de navegar en esta isla teatro separada de las regiones centrales y bien reconocidas. La parte sumergida está formada por miles y miles de rostros anónimos, en las mil regiones anónimas de nuestro planeta. Son ellos quienes constituyen la profunda tradición de los teatros que mantienen vivo el margen.

Este Pirandello de rostro dorado va a los teatros marginales y a los teatros anónimos y sumergidos, y no sólo a Odín y a mí. Quiero derretirlo. Él, Luigi Pirandello, quería ser incinerado, convertirse en cenizas para mezclarlas con la tierra del Caos, su pueblo. No quería convertirse en una tumba. Ahora, sesenta años después, creo que es apropiado fundir esta pequeña y preciosa obra de arte que lo petrifica. Haré muchos pendientes con este oro. Quiero dárselos a aquellos en Australia, África, Asia, Europa y las Américas que defienden el margen.

No es casualidad: decenas y decenas de pendientes, para que Pirandello susurre en nuevos oídos lejanos las sugerencias para perderse y encontrar el propio camino, hecho de acciones y rechazos.

Eugenio Barba

Article by Eugenio Barba